De alguna manera, siempre arrastramos algo del pasado. Nuestra niñez de alguna forma dicta caminos que en ocasiones no reconocemos. Es por eso que si nos hacemos conscientes de ese pasado y lo retomamos desde una óptica madura y equilibrada, podremos sanar aquellas cosas que no pudimos en aquel momento. Se trata de recuperar nuestra niña o niño interior. Se trata de acoger ese niño que llevamos dentro y de aprobarle sus penas, para que sane.
Cuando se acerca una fecha de cumpleaños y vamos viendo cómo el tiempo nos pasa por delante, caemos en cuenta de que nuestro cuerpo tiene más edad, pero algo dentro de nosotros se queda igual. He sabido escuchar personas muy mayores decir que sus cuerpos tienen una edad pero que por dentro o en su corazón siguen siendo adolescentes. Y es porque dentro de nosotros siempre somos parte de ese niño. Nuestra juventud y vitalidad se queda dentro de nuestro ser. Nuestra identidad no envejece.
A partir de este principio, el proceso de sanar el niño o niña interior, parte de ese reconocimiento de que siempre llevamos dentro esa juventud implícita, ese niño. Algunos pueden haber sufrido más que otros, pero siempre hay esperanza para pautar con ese niño, traerlo al presente y ayudarlo a sanar.
Es probable que si te pregunto qué recuerdas de tu niñez, o si te pido recapitular un evento feliz de esa vida pasada o un momento de tristeza, te acuerdes rápidamente y puedas describir ese momento de manera prístina. También es probable que te lo pregunte y no recuerdes nada. Si este es el caso, lo más probable es que ese niño interior esté muy herido, que hayan bloqueos y que se necesite rescatar lo antes posible.
El proceso para sanar ese niño conlleva que asumamos una actitud de total sinceridad con nosotros mismos. No podemos mentirnos, no podemos engañarnos. Debemos intentar dejar salir aquellos recuerdos que en algunos casos también pudimos haber reprimido. El proceso al inicio pudiera ser algo doloroso, porque descubir cosas es darle luz y nacimiento a otras. Sin embargo, como todo principio de sanación, al dolor hay que darle dolor para que sane. A los miedos hay que enfrentarlos para que desaparezcan y al cansancio hay que cansarlo para que cojamos fuerza.
Solamente tocando fondo es que dejamos que emerja el espíritu de nuestra identidad. A veces para sacarnos la ponzoña, debemos dar un tajito en la herida para que la ponzoña salga y se libere más fácilmente. Esto significa que es posible que para sanar ese niño o niña interior tengamos que llorar un poco, vivir un recuerdo que no queríamos, sufrir un poquito, reconocer algunas cosas, y así dejarlas salir.
Existe diversidad de técnicas para sanar este niño interior. Casi siempre el proceso requiere de una profunda introspección. Comencemos con este ejercicio de relajación y introspección.
Si deseas empezar este proceso, te invito a que inicies con este primer paso de introspección. Vas a sentarte dos veces al día en total silencio. Trata de que tengas un par de horas en las que no tengas nada que hacer. Te vas a sentar y vas a respirar con conciencia plena. Fíjate en el aire que entra y sale de tu cuerpo y trata de no apartar la observación. Mientras vas respirando te irás sosegando. Por una semana, no trates de buscar nada en tu interior. Solamente observa tu respiración cada vez que te sientes. El ejercicio de la respiración debe durar al menos unos 20 minutos. El resto de la hora debes pasarla en silencio.
Esto debes intentarlo hacer dos veces al día. Si solo puedes una vez al día, pues está bien. Haz lo que puedas. Este ejercicio hará que te vayas relajando y que quede un espacio de calma para que vayas preparando tu mente y tu corazón para que aflore del inconsciente cualquier recuerdo. Después de una semana observa cómo te sientes. Observa si has tenido algún sueño diferente o raro o que hayas soñado algo de tu niñez. Si esto pasa, anótalo. Puedes también comenzar a tratar de recordar sucesos de cuando eras pequeño. Piensa en momentos de la escuela, visita a casa de abuelos o familiares, festividades, cumpleaños, días de logros, navidades, celebraciones, tu primer día de clases, tu primer vestido... Esto es para ver si recordando momentos significativos, logras recapturar alguna memoria importante de tu niñez. Piensa en las personas que estaban contigo. Quiénes te agradaban y quiénes no. Trata de no ocultar nada, ya no hay que esconder nada.
Este proceso necesita de que seas muy amable contigo. Casi siempre que encontramos un niño interior herido, hay una relación con la manera en que nos tratamos de adulto. Queremos ser buenos y amables con las peronas porque no lo estamos siendo con nostros mismos. Este proceso va a requerir de que cambies los parámetros de tu manera de verte, de apreciarte y de aceptarte. Hay que eliminar etiquetas, dejar de justificarnos, no culpar nuestras situaciones con otras razones. El proceso de aceptar nos ayudará a sanar ese niño herido.
Por ahora, realiza este primer paso. En el próximo artículo trabajaremos una segunda fase de sanación. Ve poco a poco, pues los grandes logros se dan en pequeños pasos. Recuerda que es importante que toques base contigo, y esto lo empiezas con la respiración y el silencio. Observa todo, apunta tus sueños y comienza a abrazar la experiencia y a abrazarte a ti.
Dra. Zoé Jiménez Corretjer Psicóloga Youtube: @mindfulzoe | Instagram: @mindful_zoe Twitter: @mindfulzoe |
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