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El estrés genera cortisol y el cortisol nos enferma | Dra. Zoé Jiménez Corretjer

Updated: Apr 20, 2023


Cuando estamos bajo estrés y esta situación nos ha durado mucho tiempo, estamos bajo la influencia negativa del cortisol. El cortisol nos enferma. El exceso de estrés en nuestro cuerpo hace que se “enciendan” las alertas de emergencia del cuerpo. Esto sobre activa nuestro centro hipotalámico en el cerebro, haciendo que la amígdala cerebral crezca de manera anormal y que se considere una especie de atrofia. El estrés por mucho tiempo seguido, va haciendo que nuestro cuerpo segregue la hormona cortisol. Esta hormona es dañina para nuestro cuerpo físico y deteriora nuestro bienestar emocional, pues causa alteraciones psicológicas.

Al estar sometidos a este estrés continuo, no vamos notando de inmediato que nuestro sistema de alerta se ha sobre sensibilizado, hasta que entonces, llega el momento en que comenzamos a experimentar emociones negativas, preocupaciones todo el tiempo, demasiada tristeza, estados inestables de humor, miedos, nerviosismo, obsesiones, manías y ataques de pánico. De pronto estamos bien, y de repente algo nos detona de manera inconciente el estado de alerta, de supervivencia primitiva y sentimos una corriente de nervios invadir nuestro cuerpo, una sensación de miedo, presión en los ojos, sudoración en el cuerpo... y toda nuestra realidad en un segundo se nos cae encima. Esto es un ataque de ansiedad. Este estado puede durar unos segundo, minutos o más rato. Se supera, puede regresar, o llevar a la persona a caer en estados de ansiedad recurrentes y hasta en ataques de pánico.


El exceso de cortisol ha sido el culpable de activar estos circuitos de ansiedad. El cortisol ha afectado nuestra glándula amígdala, hiperactivando su sistema de alarma y haciendo que ésta malinterprete cualquier tensión como una exagerada emergencia. Incluso, se altera hasta por situaciones imaginadas o pensadas, o por asociación a algo que nos cause temor. Esta toxicidad provocada por el cortisol, va degenerando el sistema de alerta o alarma cerebral (fight or flight) haciendo que todo empeore. De ahí que nace la ansiedad extrema y en el peor caso, los estados de pánico.


Al estar intoxicados de cortisol, ocurre que nuestro organismo baja su defensa inmune provocando vulnerabilidad en enfermedades, dolores y padecimientos. Al estar intoxicados de cortisol, sube la presión arterial afectándose nuestro sistema cardiovascular. Al estar intoxicados de cortisol, esto estimula el alza de la azúcar en la sangre. Todos estos efectos negativos de enfermedad repercuten en muchas otras dolencias físicas como la obesidad, dolores musculares, afectaciones en la piel. Por eso es que muchas personas cuando están en estrés desarrollan dermatitis, o psoriasis, se quejan de continuos malestares de cuello o de espalda y de un cansancio generalizado. También pierden el interés por las cosas, se vuelven retraídos, no desean contacto social y se vuelven pesimistas y tristes.


Ese cortisol enferma y causa cáncer. Debemos evitar intoxicarnos de cortisol. Cuando estamos con coraje, con malhumor, estamos permitiendo que este cortisol emane en nuestro cuerpo. Sólo el estado de bondad, amabilidad, compasión, amor y alegría, evitan que segreguemos ese maligno cortisol.


Si bien las prácticas de ejercicios físicos, el estar en contacto con la naturaleza, socializar entre amigos, etc. ayuda a recuperarnos, a aminorar los síntomas y bajar esos niveles tóxicos de ansiedad, no es suficiente para volver a retrotraer la amígdala cerebral a su nivel normal de funcionamiento. Por suerte, tenemos la herramienta para sanar completamente esa ansiedad y pánico. Está en tus manos realizarlo y ser consistente.


Para lograr esto, se necesita de la práctica de meditación Mindfulness continua por unas 6 a 8 semanas. Esta práctica es capaz de reducir el tamaño de nuestra amígdala cerebral y de cambiar la estructura física de nuestro cerebro. Pues está probado que este ejercicio de observar el aire que entra y sale de nuestro cuerpo, desarrolla la atención plena, actuando en nuestro sistema nervioso simpático, bajando y calmando este sistema simpático y activando el parasimpático que es el que da calma.


Sólo esta práctica de respiración consciente es capaz de darnos por resultado un cambio físico orgánico en nuestro cerebro. Este simple ejercicio de sentarnos y contemplar el aire que respiramos, es el timón de sanación de los ataques de pánico y de la ansiedad. Es un ejercicio increíblemente beneficioso, porque reduce los niveles de cortisol en la sangre, genera las hormonas de bienestar. Nos hace segregar más serotonina, dopamina, oxitocina y revierte el daño en la glándula amígdala cerebral.

La ciencia prueba cada días más el poder sanador de este ejercicio y puede ver en nuestro cerebro, a través de estudios de Resonancia Magnética y Resonancia Magnética Funcional, cómo cambia el cerebro y qué áreas neurológicas se benefician con esta práctica ancestral. El Mindfulness es la revolución de la ciencia para la sanación psicológica de la ansiedad y la depresión emocional. Aunque esto lo conocían ya las culturas orientales desde miles de años antes de Cristo.


Si estás sufriendo ataques de pánico y ansiedad, no eres la única persona en el mundo padeciéndolo. Este es el padecimiento número uno en el mundo. Lo más maravilloso que debes saber, es que esta afección no sólo se controla, sino que se cura. Para esto debes estar dispuesto a realizar la práctica todos los días para que los circuitos neuronales se reorganicen y cambies la estructura físico orgánica de tu cerebro. Recuerda que todos los cerebros cambian en este periodo de tiempo. Y si estás realizando algo positivo, se realambran los circuitos de forma beneficiosa. Pero si has sometido a tu cerebro a estrés por este tiempo o por alguna otra conducta poco beneficiosa, estás reforzando tus circuitos en ese estado negativo. La práctica del Mindfulness debe ser continua, positiva y a favor nuestro para que se mantenga y se refuerce cada día más con el tiempo.


Esta es nuestra herramienta más poderosa: el Mindfulness. Como no podemos abrirnos la cabeza, ni atornillar circuitos, la manera de nuestro cuerpo permitirnos “entrar” o llegar al cerebro, es a través de la RESPIRACIÓN. Respirando con control, observando esa respiración, es la manera de entrar al centro de nuestro sistema límbico, llegar al hipotálamo y sanar nuestra amígdala cerebral. La respiración consciente es la herramienta para que controlemos nuestro cerebro. Con la intención de la motivación que nace en nuestro corazón, dirigimos, ordenamos y ponemos nuestra voluntad en ese proceso de sanación. Si queremos sanar, podemos.


Recuerda: Respira, observa el aire que entra y sale, si tu mente se aleja, la traes con amabilidad a la respiración... y sigues respirando. Es un ciclo, la mente se aleja y tú vuelves a traerla mientras respiras de manera conciente y te haces presente. Este es el ejercicio principal que hace que cambie y sane nuestro cerebro.


Crees que estás intoxicado por el cortisol? Debes entonces comenzar hoy mismo tu proceso para sanar esa ansiedad y esos ataques de pánico. Nunca es tarde. Siempre podemos volver a empezar.


Ahora siéntate en un lugar cómodo, cruza tus piernas, mantén tu espalda recta, tus rodillas un poco más debajo de tus caderas… Entonces cierra tus ojos… y RESPIRA con atención plena. Te invito a que visites mi página de #InsightTimer para que escuches mis meditaciones guiadas y aprendas a realizar la práctica. Una vez te acostumbres, podrás sentarte a meditar por tu cuenta y disfrutarás de ese maravilloso ejercicio de sanación.


Los beneficios van más allá de reconstruir tu cerebro. El bienestar llega a niveles espirituales, de sosiego, aceptación incondicional, ecuanimidad, desarrollo de la inteligencia, refuerzo de tu cuerpo físico, mejora la memoria y retarda el Alzheimer, el Parkinson y otras demencias. La práctica de meditación nos lleva a estados espirituales maravillosos, nos conecta con la naturaleza y con la energía positiva de la vida. Verás cambios sorprendentes en todos los aspectos de tu vida. Ahora, comienza a sanar.


Dra. Zoé Jiménez Corretjer

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