Nacemos para ser felices. Nacemos para dar amor y para ser compasivos. Dando amor, nuestro cerebro se mantiene en condiciones óptimas. Dando y recibiendo amor, nuestro organismo se mantiene saludable. Esto es una naturaleza innata dado el sentido de supervivencia primitivo que está metido en nuestra genética más profunda. Esto significa que estamos hechos para ser felices, para amar y para dar amor compasivo.
La psicóloga Kristin Neff quien ha realizado los estudios más importantes acerca del efecto de la compasión y de la autocompasión en nuestro estado emocional, enfoca los tres principios más importantes que componen el fundamento de la compasión. Y es que para poder ser compasivos y amorosos con las demás personas, primero tenemos que haber aprendido a serlo con nosotros mismos. Para poder amar a otros, nos tenemos que amar a nosotros primero.
Para lograr esa compasión debemos buscar y conservar la amabilidad para nosotros mismos. Esto lo logramos evitando el juicio y la crítica que nos sabotea constantemente y evita que nos sintamos felices. El exceso de autocrítica nos hace sentir aislados y nos causa sufrimiento demás que no necesitamos. En el momento en que te des cuenta que estás siendo muy crítico contigo mismo, o que estás dándole vueltas a algo que ocurrió y te castigas con esa idea, es el momento de detener ese pensamiento y comenzar a darte amor a ti mismo, cariño y auto compasión. No permitas que un evento, un pensamiento o una equivocación humana te martirice. No hay que llegar a eso.
No debemos juzgarnos severamente porque ya la vida nos pone pruebas suficientes y nosotros mismos no tenemos por qué castigarnos demás. La cultura occidental americana tiende a enseñarnos que "hay que ser fuertes", "que no debemos mostrar nuestros sentimientos", "que debemos velar por aquello que dejamos salir..." Esas ideas están mal. Ese fingimiento, ese intento por esconder los sentimientos es lo que perturba a muchas personas. Lo normal es sentir y no tener la necesidad de tapar los sentimientos. Por otro lado, tampoco juzgarlos ni sopesarlos. Sino que permitamos que ese sentido de crítica que nos imponemos a veces, sea sustituido por un acto de bondad con nosotros mismos, por un acto de amabilidad y autocompasión. Podemos dejar soltar esas emociones, las podemos compartir con nuestras amistades más cercanas y nosotros también debemos ser compasivos con quienes nos las demuestren. Las emociones se deben sacar. Si las dejamos dentro, cerradas, calladas y anquilosadas, se convierten en enfermedad, dolor y angustia.
El segundo ingrediente para la autocompasión es el sentido de humanidad que debemos cultivar. Es importante buscar siempre estar conectados con otras personas. Encontrar grupos, amistades con quién conversar. Este elemento social es importantísimo para la salud emocional y mental. Nosotros estamos en constante bombardeo del disimulo, de la apariencia. Incluso los norteamericanos viven con el miedo a tocarse, a la cercanía. Cuántas veces no viajamos a los Estados Unidos y caminando por una vía, una calle, una acera o un parque, nos cruzamos con alguien y ya desde unos 7 pies de distancia, casi te gritan "excuse me". Como alertándo para que te alejes, para que no te pegues a ellos. Las culturas hispanas no son así. El contacto físico es normal y saludable. No hay que temer a un roce físico casual, ni a abrazar a un amigo, o pasarle la mano a una amiga por que está llorando. Este contacto normal y natural se ha visto saboteado por el extremo del llamado "sexual harassment" que ha convertido la humanidad natural en una maliciosa idea y en una excesiva consciencia malevolente de que todo contacto tiene una intención mala y sexual. Por supuesto, que esto nunca lo vamos a permitir. Pero tampoco podemos sabotearnos el institnto social del tacto sano, normal, sincero y amoroso; del contacto amable, que no es otra cosa que el sentido de humanidad puesta en acción.
Al fin y al cabo somos animales mamífieros que estamos hechos para el tacto y el contacto físico. Recordemos el experimento de Harry Harlow con los monos que prefirieron una manta de felpa a un guindalejo con alimento y leche. El mono buscaba lo más parecido al cuerpo tibio de una madre. Tampoco olvidemos la teoría del apego de Bowlby que prueba que ese apego seguro desde la infancia es lo que desarrolla las relaciones sociales saludables. El contacto físico es necesario para el desarrollo neurológico desde las etapas tempranas del infante hasta las del adulto. Un niño que creciera sin tacto, sin que su madre lo acaricie y lo toque no va a desarrollar sus conexiones neurales apropiadas. La falta de tacto y de amor hace daño al cerebro!
A nivel químico, el apego, el contacto, el amor y la autocompasión son una realidad. Generan la oxitocina que es la hormona del amor y del apego. Este neurotransmisor se encarga de generar estados de calma, seguridad, confianza, generosidad y compasión. Amar a los demás y amarnos a nosotros mismos es una necesidad biológica y neurológica. Venimos hechos para amar.
Ayer en la televisión escuché algo así como: "podrá no gustarte la ciencia, pero la tienes que aceptar porque es la verdad". En cada uno de mis artículos intento dar a conocer las razones científicas de todo lo que nos es beneficioso. Si tenemos estas herramientas, por qué seguir sufriendo demás? Si tenemos la conciencia para entender lo que necesitamos para ser feliz, por qué nos pasamos la vida saboteándonos la felicidad y causándonos exceso de sufrimiento?
La tercera herramienta que necesitamos incorporar en este proceso de autocompasión es el Mindfulness. Otra verdad como una montaña... Otro ejercicio milenario que podemos realizar y que tanto sana. Vivir con consciencia plena nos permite esa autocompasión tan necesaria. Nos crea un distanciamiento entre las cosas, un mejor juicio, una templanza y una ecuanimidad esencial para el diario vivir. Nos hace ver mejor las cosas, a manejar mejor el dolor y el sufrimiento y a no exagerarlo. Esta práctica nos trae balance y plenitud existencial, además de todos los beneficios físicos y neurológicos. La práctica continua y consistente del Mindfulness, realambra los circuitos neuronales, permite mejores sinapsis, baja la presión arterial, refuerza el sistema inmunológico, retarda las enfermedades neurodegenerativas, reduce la drepresión, baja la activación de la amígdala cerebral bajando y eliminando la ansiedad, trae calma, sosiego y paz, además de muchísimos otros beneficios orgánicos en nuestro sistema. Sin hablar de que crea estados de paz espiritual de caracter insospechado.
Ahora que conoces las 3 cosas para ser feliz. Te atreves a amar? Comienza por darte amor y autocompasión poniendo en práctica estas virtudes para que veas como la vida cambia a tu favor. El amor que tanto puede sonar a enseñanza religiosa y moral, es una verdad científica. Que seas feliz, que tengas paz y ecuanimidad en tu vida diaria. Vive con plenitud y salud y que estés libre de sufrimiento.
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